Drake recordaba poco a su abuelo, pero los pocos recuerdos que tenía eran todos buenos. Lo recordaba como un señor muy activo, sabio y respetable. Según decía, se quería asemejar a cierto anciano que conoció, un tal Albus. Tenía mucho que investigar, y desde luego, aquel Albus era alguien de quien nunca había oído hablar, así que ya tenía algo por lo que empezar, pero antes tenía algo pendiente.
La noche de su 17º cumpleaños, cuando todos dormían, Drake subió a la buhardilla y abrió el baúl. Estaba a rebosar de objetos viejos, aunque algunos aún conservaban su brillo. Una varita, un colgante, una pequeña caja azul de madera... Objetos desde luego muy curiosos. Encima de todos ellos había un diario que olía a viejo. Drake lo cogió con cuidado, como temiendo que al tocara se hiciera arena. Lo abrió con cuidado y descubrió el secreto del diario y del baúl.
Eran las reliquias que su abuelo había dejado a la familia con la explicación de qué era cada una de ellas.